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Barcelona se abastecerá del Ebro a partir de otoño

Será el Ebro y no su afluente, el Segre, el que al final abastezca a Barcelona a partir de otoño, si sigue sin llover. Está previsto que lo anuncien el lunes el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente del Ejecutivo catalán, José Montilla.

 La solución adoptada consiste en transportar el agua por una tubería aprovechando el recorrido de la autopista AP-7. El proyecto inicial era que la tubería pasara por la mediana de la autopista (véase EL PAÍS del 9 de abril). Al final se ha optado por hacerla discurrir por un lateral y sin soterrarla, por lo que la obra será más rápida y más barata, según fuentes conocedoras de la negociación.

El agua procederá del Ebro, aunque mediante una fórmula que ya está prevista. El Consorcio de Aguas de Tarragona compra cada año a los regantes 120 hectómetros cúbicos que ellos tienen en concesión para riego. Con los ingresos de la venta, los regantes han depurado sus sistemas de forma que puedan ahorrar todo ese agua.

Lo que sobra a Tarragona

Pero Tarragona, aunque paga por 120 hectómetros, sólo consume 80 de ellos. Los 40 restantes son los que el Gobierno central adquirirá para que beban los 5,5 millones de catalanes que viven en Barcelona y su área de influencia. Estos 40 hectómetros, más los que aporten los pozos recuperados y los barcos contratados, deben garantizar el abastecimiento hasta mayo de 2009, cuando entre en servicio la desalinizadora en construcción junto al Llobregat, tocando a Barcelona, de la que saldrán 60 hectómetros cúbicos anuales.

El pacto sobre el Ebro deja en nada el proyecto del Gobierno catalán de captar el agua desde la cabecera del Segre. Los informes académicos insistían, precisamente, en que era preferible la toma del agua al final de cauce que al principio. La captación en el Segre afectaba a los regantes que utilizan el agua, especialmente en Lleida. El agua será captada en los canales, en la zona del delta del Ebro. Llegará hasta Tarragona a través de las conducciones del minitrasvase y hasta la planta potabilizadora de Abrera junto a la autopista, sin soterrar.

Técnicos de ambos gobiernos y de Abertis, concesionaria de la autopista AP-7, trabajaban ayer a toda velocidad para verificar que el proyecto cumplirá los plazos y, además, cómo poner a salvo la conducción tanto de actos vandálicos como de la acometida imprevista de un accidente automovilístico.

El pacto satisface una de las exigencias de Iniciativa per Catalunya: que la obra fuera reversible, es decir, que pueda ser desmontada tras la fase de sequía. Esa es la diferencia, explicaron ayer dirigentes de la formación, entre un "trasvase" y una "captación de emergencia". "Esto no es la interconexión de la cuenca del Ebro con las del Ter y el Llobregat, es la solución a una situación excepcional", añadieron.

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